27 de noviembre de 2014

La tierra no pertenece al hombre


El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habeis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.

La carta sigue abajo...

Carta que envió en 1855 el jefe indio de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce, en respuesta a la oferta de compra de sus tierras de ellos (hoy Estado de Washington).


20 de noviembre de 2014

Notas que dejan algo XXXV






Por favor, aprende la pragmática de expresar el miedo: a veces las palabras que parecen expresar en realidad invocan”.

David Foster Wallace 
(Cita de la novela "La broma infinta", 1996)

14 de noviembre de 2014

A nadie le parecía ya extraño

Texto de la imágen: "¿Quién va a proteger al público cuando la policía viole la ley?"

Era descorazonador ver hasta qué punto dependía de aquellas fantasías sobre su profesión con las que la tele derramaba sin cesar el mensaje propagandístico de que los polis-son-humanos-tienen-que-hacer-su-trabajo, transformando a los agentes de la represión gubernamental en héroes compasivos. A nadie le parecía ya extraño, no más extraño que las rutinarias violaciones de los derechos constitucionales que aquellos personajes se permitían semana tras semana, ya embebidas en el folklore de las expectativas americanas.

Thomas Pynchon (Fragmento de la novela "Vineland", 1990)

6 de noviembre de 2014

Definir el delito


Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.
La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Rafael Barrett (Fragmento del relato "Gallinas", 1910)