30 de diciembre de 2015

El esfuerzo ajeno


Una minoría que posee la facultad de hacer producir y consumir, o la posibilidad de existir a título parasitario bajo diversas y numerosas formas, y en frente una inmensa mayoría que no tiene más que sus brazos, o su cerebro, u otros órganos productivos, que se ve forzosamente obligada a alquilar, o prostituir, no solamente para procurarse lo indispensable a fin de no morir de hambre, sino también para permitir a este pequeño número privilegiado, detentador de la potencia propiedad, o valor de cambio, vivir a costa del esfuerzo ajeno, más o menos beatíficamente.
Una masa, ricos y pobres, esclavos de prejuicios seculares hereditarios; los unos porque en estos atavismos encuentran su interés; los otros, porque sumidos en la ignorancia, no quieren salir de ella; una multitud cuyo culto es el dinero y su aspiración el hombre enriquecido; una gran mayoría embrutecida por el abuso de los excitantes o por la conducta viciosa; la plaga de degenerados de arriba y de abajo, sin aspiraciones profundas, sin otro fin que el de alcanzar una situación de goce y sociedad, para poder aplastar, si es preciso, a los amigos de ayer y elevarse sobre sus costillas.
Lo provisional, que amenaza sin cesar transformarse en definitivo, y lo definitivo, que no parece dejar de ser jamás provisional. (...)
Lo superficial, que quiere pasar por profundo, y lo profundo, que no consigue hacerse valer por serio.

Émile Armand (Cita del ensayo "El anarquísmo individualista", 1911).

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