3 de julio de 2014

Dejar de existir


—Vine —dijo ella— con la esperanza de que me desapareciese una fantasía hablando con usted.
—¡No lo haga y trátela con amor! —Exclamó Hilarius vehementemente— ¿Qué otra cosa le queda? Sujétela bien por su minúsculo tentáculo, no permita que los freudianos se la arrebaten con zalamerías ni que los farmacéuticos se la eliminen a fuerza de pócimas. Sea cual fuere, cuídela con cariño, porque si la perdiese, por ese pequeño detalle sería usted como los demás. Y empezaría a dejar de existir.

Thomas Pynchon (Fragmento de la novela "La subasta del lote 49", 1966)

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