El Estado es el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.
Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente, y posea lo que posea, lo ha robado. Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ese mordedor. Falsas son incluso sus entrañas.
Sí, aquí ha sido inventada una muerte para muchos, la cual se precia a sí misma de ser vida: ¡en verdad, un servicio íntimo para todos los predicadores de muerte!
Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos: Estado, al lugar en que todos, buenos y malos se pierden a si mismos: Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos se llama “la vida”.
Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno a los cuales sopla el perfume de mares silenciosos.
Aún hay una vida libre a disposición de las almas grandes. En verdad, quien menos posee, tanto menos es poseído: ¡alabada sea la pequeña pobreza!
Allí donde el Estado acaba comienza el hombre que no es superfluo: allí comienza la canción de quienes son necesarios, la melodía única e insustituible.
Friedrich Nietzsche (Fragmentos de "Así habló Zaratustra", parte 12, "Del nuevo ídolo", 1883).
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