15 de junio de 2015

Sentados en medio de las ruinas


"Compartimos nuestra vida emocional con los animales (...). En cuanto a nuestros pensamientos, nuestro aparato intelectual, nuestros racionalismos, nuestra lógica y nuestras deducciones y todo lo demás, puede afirmarse con total certeza que los perros y gatos y monos no pueden enviar un cohete a la luna ni tejer telas sintéticas para vestidos con los subproductos del petróleo, pero desde aquí, sentados en medio de las ruinas de esta variedad de inteligencia, resulta difícil concederle mucho valor. (...).
Hemos estado viviendo con ellos actuando como asesinos y torturadores torpes, ciegos, implacables, crueles, y ellos nos han observado y nos conocen. Y esta es la razón de que nos neguemos a reconocer la inteligencia de los seres que nos rodean. El choque para nuestro amor propio sería excesivo, el juicio que nos veríamos obligados a emitir frente a nosotros mismos, horrible. Es exactamente el mismo proceso que permite a una persona continuar cometiendo indefinidamente un crimen o una crueldad aun a sabiendas de que es imposible enfrentarse a ello, porque detenerse y ver lo que se ha hecho sería penoso.
La gente, empero, necesita esclavos, víctimas y apéndices, y, desde luego, muchos de nuestros "animalitos" no son otra cosa, porque los hemos transformado en lo que consideramos que deben ser, del mismo modo que los hombres pueden transformarse en lo que se espera que sean. No todos, sin embargo, ni mucho menos. Todo el tiempo, a lo largo de la vida, nos acompañan, a dondequiera que vayamos, seres que nos juzgan y que se comportan a veces con una nobleza que es... que llamamos humana".

Doris Lessing (Fragmento de "Memorias de una superviviente", 1974).

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